Por: Jóser Castañeda.

Corría el año de 1996 cuando Armando Alanís Pulido, poeta mexicano, decidió comenzar a teñir de poesía la ciudad de Monterrey. Alanís decidió darse a la tarea de tomar frases de su creación personal, e intervenir espacios públicos con un fondo blanco y un texto en negro, firmado simplemente “acción poética”.

Con el pasar de los años, esto pareció tocar una fibra sensible en las personas quienes comenzaban a hablar sobre el tema y, eventualmente, a crear sus propias obras. Se convirtió en un movimiento y fenómeno literario que hoy tiene más de 180 intervenciones a nivel país, y presencia en más de 30 países donde grupos auto organizados deciden darle a su propia ciudad, un toque de poesía.

Se buscaba en sus inicios crear una “antología de poesía callejera”, combatiendo la cultura de no-lectura a través de frases bonitas que dieran un aire distinto a las calles de la ciudad. Gracias al poder de las redes sociales, el movimiento creció y hoy existe en países como Perú y Argentina.

Claro está, no toda frase entra dentro de este movimiento. Las reglas autoimpuestas por el autor
son: mantenerse aislado de temas políticos o religiosos, usar fondo blanco y tinta negra, y limitar a diez el número de palabras y cinco el número de renglones. Este es el sello característico de ‘Acción Poética’.

Claro está, no toda frase entra dentro de este movimiento. Las reglas autoimpuestas por el autor son: mantenerse aislado de temas políticos o religiosos, usar fondo blanco y tinta negra, y limitar a diez el número de palabras y cinco el número de renglones. Este es el sello característico de ‘Acción Poética’.