Por Jóser Castañeda con información de Lucía Elizondo,.

Mi hijo se llama Omar Emiliano, Emi de cariño… Emi tiene 5 años, es un niño no verbal (hasta el
momento), pero es el más amoroso de todos. El TEA (Trastorno del Espectro Autista) empieza
a manifestar sus primeros “síntomas” a los 3 años de edad y con cada niño es completamente
diferente. Todos están dentro del espectro y sus comportamientos varían; muchos niños no ven directamente a los ojos, otros no soportan ruidos fuertes, o prefieren el distanciamiento social.


Algunos hablan y algunos no, pero casi todos caminan de puntitas y aletean sus manitas… es la
manera en la que se regulan. Se llama stimming (comportamiento auto estimulatorio). Nuestro camino empezó cuando detectamos que Emi, a diferencia de otros niños de su edad no caminaba por sí mismo, no hablaba, y se iba de lado. Después de descartar problemas físicos y de oído ( por el equilibrio,) buscamos especialistas neurológicos, y llegamos con 3 especialistas que nos dieron un diagnóstico erróneo, y muy desalentador sobre el futuro de mi hijo. Cuando por fin conocimos al especialista correcto, fue un mar de emociones porque por un lado mi hijo tenía un futuro, pero por otro lado era un futuro muy incierto, al ser muy poco lo que se conoce del Autismo.

No me gusta etiquetar a mi hijo como Autista,
porque eso no lo define como persona.

Después del diagnóstico, fuimos a buscar apoyo, a la Clínica de Atención Infantil y el desarrollo de Emi empezó cuesta arriba, ahí recibía terapias físicas, sensoriales y de lenguaje. Hasta ahora, ya dice pocas palabras, pero cuando empezamos hace 2 años, solo decía “papá”. No puedo explicar
la sensación, la emoción, cuando por primera vez, me llamó “mamá”. Explotó mi corazón de alegría y de emoción.

Emi nos ha enseñado a mi esposo y a mí a disfrutar eso que pasamos por alto, la lluvia, las estrellas, la luna, una sonrisa, un beso, un abrazo, una mariposa. Celebramos siempre sus pequeños logros, como correr solito, tomar de un vaso sin ayuda de alguien, una palabra nueva, una mirada; esas pequeñas cosas que parecen tan “normales” que a veces dejamos de disfrutar.

Cada día sigue siendo un reto, porque buscamos que Emiliano sea independiente, que la sociedad
no lo juzgue cuando hacen una rabieta, y es que nosotros sabemos que no son mal educados,
o chiflados como se puede pensar…solo que no saben cómo manifestar su emoción o su enojo… es todo. Nos falta ser más sensibles ante situaciones que no conocemos del prójimo,
tenga o no una discapacidad. Amo la personalidad tan definida de Emi, y estoy convencida que de no tener Autismo, no sería el niño que es hoy…. Feliz, porque su sonrisa diaria me lo demuestra