Por: Eric Pantoja
Todos festejamos de alguna manera nuestro cumpleaños. Algunos lo hacemos de una manera muy sobria, otros tal vez de una manera más desenfrenada, pero todos inminentemente celebramos el reto de haber concluido un año más de vida. Bien decía Forrest Gump, “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”. Y es que si analizamos la situación desde esta perspectiva, la vida es todo un reto que implica ciertos obstáculos. Es por eso que una vuelta al sol es, sin lugar a dudas, motivo de celebración de alguna forma u otra.
Este año hemos tenido que adaptar nuestra manera de festejar. En la mayoría de los casos festejamos únicamente con la familia y con la pareja. Obviamente, también hay algunos incautos que celebran con grupos numerosos de personas y sin tomar las medidas de higiene correspondientes, pero en general hemos sido testigos de cómo la mayoría de la gente ha tenido que festejar con un mínimo de contacto, evitando los abrazos y los besos.
Este modo de festejo nos ha dejado lecciones importantes. La más esencial es el regreso a lo básico, a lo fundamental, que vendría siendo el celebrar con las personas que de verdad nos aman, sin tantos distractores y sin tanta producción. En estos nuevos festejos recordamos las anécdotas de nuestra niñez, nuestros logros y nuestras aventuras, pero también recordamos las festividades pasadas, siempre con un dejo de nostalgia. Una pequeña pizca de dolor incómodo al recordar lo que fue y que este año no será, y que muy probablemente no vuelva a ser.
Es por eso que el 2020 tiene una singularidad: un poco de melancolía, pero sobre todo una enérgica fortaleza. Este año nos obligó como nunca antes a replantear muchas de nuestras metas, objetivos y sobre todo nuestro estilo de vida. Nos vimos en una situación única como nunca antes la habíamos vivido. A muchos de nosotros nos forzó a permanecer encerrados en nuestras casas y a convivir con nuestras parejas. Dicho sea de paso, he escuchado a muchos de mis amigos decir, “es como si no nos conociéramos”, refiriéndose a su esposo o esposa con la que conviven diariamente dentro de este escenario pandémico. Que no duela reconocer que esto es real, que debido a lo vertiginoso de la vida cotidiana convivimos meramente lo necesario con nuestra pareja, con el amor de nuestra vida, llegando en ocasiones a ser un par de desconocidos que lo único que los une es la costumbre.
Estas dos características: permanecer encerrados y convivir forzosamente con alguien, nos brindaron la oportunidad de reencontrarnos con las personas que amamos, de forjar nuevas alianzas y de reconocer lo bueno del otro. Esto también es para celebrarse y con el doble de alegría e intensidad. Reconocernos en el otro como parte nuestra, que sus problemas son los mismos que los nuestros y que sus pasiones son igual de intensas que nuestros deseos, que sus problemas son ocasionados en parte por nosotros, pero que inminentemente estamos con la mejor persona que pudimos escoger. Y es que el amor es más que escenas románticas y felicidad eterna. Es la recopilación precisamente de pequeños momentos que al final nos harán sonreír y festejar que tenemos un nuevo día delante de nosotros con nuevas oportunidades y retos.